INTRODUCCIÒN
Varias declaraciones de prólogo o
prefacio aparecen en la ley, que en general no se consideran parte de la ley.
Calvino llamó a estos pasajes «Prefacio a la ley», que lo son en un sentido
preciso, pero son igualmente parte de la ley, el primer mandamiento en
particular porque afirman la naturaleza exclusiva del único Dios verdadero y
prohíben la lealtad de Israel a los demás dioses. Estos pasajes son Éxodo 20: 1,
2; 23: 20-31; Levítico 19: 36, 37; 20: 8; 22: 31-33; Deuteronomio 1: 1—4: 49;
5: 1-6; 7: 6-8; 8: 1-18; 10: 14-17; 11: 1-7; 13: 18; 26: 16-19; 27: 9, 10.
Primero,
se declara
la premisa del mandamiento, incluso como en la Shemá Israel, de que Dios es el único Señor (Jehová o Yahvé, El
Que Es, El Uno, el Autoexistente,
absoluto y eterno), y, segundo, que
Israel está ante Dios por la gracia electora
de Dios: Y habló Dios todas
estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre (Éx 20:1,
2).
Llamó Moisés a todo Israel y les
dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros
oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jehová nuestro Dios
hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Jehová este
pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.
Cara a cara habló Jehová con
vosotros en el monte de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre Jehová y
vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor
del fuego, y no subisteis al monte. Dijo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué
de tierra de Egipto, de casa de servidumbre (Dt 5: 1-6).
Pero a vosotros Jehová os tomó, y
os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su
heredad como en este día (Dt 4: 20).
En estos y muchos de los otros
pasajes citados arriba, se declara la soberanía de Dios y su gracia electora.
En Deuteronomio 5:3, los «padres» que perecieron en el desierto, aunque fuera
del pacto, quedan excluidos del mismo por declaración de Dios; el pacto es «con
nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos». Los que perecieron habían sido
separados de Dios por su incredulidad. El «pueblo de su heredad» (Dt 4: 20) son
los israelitas creyentes.
La historia de la gracia, y el
hecho de la gracia salvadora de Dios para Israel, se cita repetidas veces, para
impedir en el pueblo la presunción y el orgullo (Dt 1—4; 7: 6-8; 8: 1-6, 11-18;
9: 1-6; 10: 14-17, 21-22; 11: 1-8; 26: 16-19; 27: 9, 10; 29: 2-9).
La historia de la gracia también
es una promesa de gracia y la respuesta del hombre
es de obediencia agradecida a la
ley y una devoción leal al único Dios verdadero.
Tercero,
el Ángel del
SEÑOR irá delante de su pueblo, para guardarlos y librarlos: He aquí yo envío
mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el
lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas
rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e
hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a
los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de
ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo,
del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. No te inclinarás a sus
dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del
todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis,
y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de
ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el
número de tus días.
Yo enviaré mi terror delante de
ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus
enemigos. Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo
y al heteo, de delante de ti. No los echaré de delante de ti en un año, para
que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo.
Poco a poco los echaré de delante
de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra. Y fijaré tus
límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto
hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y
tú los echarás de delante de ti. No harás alianza con ellos, ni con sus dioses.
En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus
dioses, porque te será tropiezo (Éx 23: 20-33).
El Ángel del Señor (Gn 16: 10,
13; 18: 2-4, 13, 14, 33; 22: 11, 12, 15, 16; 31: 11, 13; 32: 30; Éx 3: 2, 4;
20: 20ss.; 32: 34; 33: 14; Jos 5: 13-15; 6: 2; Is 63: 9; Zac 1:10-13; 3:1-2) se
identifica con el Señor; aquellos a quienes Él se revela lo reconocen como
Dios; los escritores bíblicos lo llaman SEÑOR; las Escrituras aquí implican una
pluralidad de personas en la deidad.
Es más, Dios afirma claramente que
«mi nombre está en él», que es lo mismo como «yo estoy en Él» (Éx 23:21). El
Ángel del Señor aparece en el Nuevo Testamento repetidas veces, por ejemplo en
Hechos 5:19; 12:7-11, 17, etc. San Pablo identifica al Ángel como Jesucristo
(1ª Co 10: 9).
Cuarto,
serán
preservados de plagas y epidemias (Éx 23: 25-27), de modo que a la obediencia
le siguen bendiciones materiales. Estas bendiciones materiales incluyen la
expulsión de sus enemigos delante de ellos y darles una gran herencia (Éx 23: 27-31).
El que todo esto va ligado al primer mandamiento aparece en Éxodo 23: 32, 33;
ellos deben separarse de todos los demás dioses: no pueden hacer «ningún pacto»
con los incrédulos (ni por matrimonio, tratado o comunidad) ni con sus dioses.
Un versículo importante que viene
a la conclusión de la ley es todavía una exposición de la actitud del hombre
ante la ley. En Deuteronomio 29:29 Moisés, después de advertirles sobre la
maldición de la desobediencia, declaró: Las cosas secretas pertenecen a Jehová
nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.
Una interpretación que es de lo
más pertinente al contexto de esta afirmación comenta: Esas cosas reveladas
incluyen la ley con sus promesas y amenazas; consecuentemente lo que está
oculto puede referirse solo al modo en el cual Dios ejecutará en el futuro su
consejo y voluntad, que Él ha revelado en la ley, y completará su obra de
salvación independientemente de la apostasía del pueblo.
Esto quiere decir, quinto, que la ley, la revelación de
Dios, tiene detrás la voluntad secreta de Dios por la que su consejo persistirá
y la rebelión del hombre será confundida, al triunfo de su Reino en su propio
tiempo y manera. En pocas palabras, la ley es revelada; el cumplimiento de la
ley es seguro porque Dios es Dios; el modo y tiempo están bien ocultos. El
tribunal lo convoca Dios, y no el hombre.
Sexto,
la ley es
una palabra indivisa: No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni
disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios
que yo os ordeno (Dt 4: 2).
El significado claro es que todas
las Escrituras la ley, los profetas y el evangelio son una palabra. Se pueden
añadir palabras, hasta el cierre de la revelación, cuando incluso se prohíbe
añadir (o quitar) palabras (Ap 22: 18, 19). No puede haber separación
arbitraria entre la ley y el evangelio; un
Dios quiere decir una palabra. Dividir
la palabra es negar a Dios.